viernes, 19 de octubre de 2012


 
‎"Vino de cebolla" según la siguiente fórmula:

300 g de cebolla "rallada".
100 ...
g de miel "blanca".
600 g (600 mL) de vino blanco "seco".

La cebolla, reducida a pulpa, se mezcla con la miel hasta formar una masa pastosa homogénea, y poco a poco se le va incorporando el vino... Antes de usarlo, se agita, y se toman de 2 a 4 cucharadas soperas al día..."



La cebolla, sana y nutritiva, esconde numerosas propiedades medicinales entre sus capas y además resulta muy versátil en la cocina.
La cebolla es rica en minerales y oligoelementos: calcio, magnesio, cloro, cobalto, cobre, hierro, fósforo, yodo, níquel, potasio, silicio, cinc, azufre, bromo, ... También abundan la vitaminas A, B, C y E.

Además alberga un aceite esencial que contiene una sustancia volátil llamada alilo, con propiedades bactericidas y fungicidas.
Es interesante su contenido en glucoquinina, una sustancia hipoglicemiante considerada la «insulina vegetal», pues ayuda a combatir la diabetes.

Sus enzimas favorecen la fijación de oxígeno por parte de las células, colaborando en la función respiratoria.
En cuanto a sus componentes principales son: agua (89%), glúcidos (8,6 g), fibra (1,6 g), proteínas (1,2 g) y grasas (0,2 g), con 38 calorías por 100 g.

De todo lo expuesto anteriormente se puede deducir que la cebolla:

Estimula numerosas funciones orgánicas, pues
es diurética, cardiotónica e hipoglucemiante.
Tiene asimismo propiedades antisépticas y emenagogas (regulación del ciclo menstrual).
Reduce, al igual que el ajo, la agregación plaquetaria (peligro de trombosis), así como los niveles de colesterol, triglicéridos y ácido úrico en la sangre.
De manera general, favorece el crecimiento, retrasa la vejez y refuerza las defensas orgánicas, sobre todo frente a agentes infecciosos.

Las indicaciones terapéuticas de la cebolla son:

Edemas, oligurias (escasa formación de orina); congestión de los órganos pelvianos en la mujer y prostatismo en el hombre.
Enfermedades infecciosas; convalecencia; astenia.
Trastornos cardiacos; hipertensión; arteriosclerosis.
Resfriados, gripe, bronquitis y tos.
Digestiones lentas y flatulencia con hipoclorhidria (disminución de jugos gástricos, pero se desaconseja en caso de hiperclorhidria y ardores).

Fermentaciones intestinales; estreñimiento; parásitos intestinales.
Nerviosismo, insomnio, depresiones menores.
Diabetes; reumatismo; obesidad y celulitis.
 
 
 

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