lunes, 15 de octubre de 2012


La tiroides es una glándula en forma de mariposa que pesa menos de 30 gramos y que está situada en el cuello justo por debajo de la nuez, con un ala a cada lado de la traquea. Su función más importante es la secreción de dos hormonas que desempeñan un papel crucial en el ritmo metabólico, es decir, la velocidad a la que el organismo transforma los nutrientes en energía.


Si el ritmo metabólico es ligeramente bajo, se experimenta una cierta lasitud; pero si desciende notablemente, todas las funciones orgánicas se retardan. En cambio, si el ritmo se acelera un poco por encima de lo normal suele producir una sensación de nerviosismo que se convierte en agitación, pérdida de peso y claras alteraciones emocionales cuando la aceleración aumenta considerablemente.

Las dos hormonas que regulan el metabolismo son la tiroxina y la triyodotironina; de la cantidad total de triyodotironina con que cuenta el organismo, sólo el 20% se produce en la tiroides, el resto se forma en otros tejidos a expensas de la tiroxina.

Una de las pruebas más usadas por los médicos para evaluar el funcionamiento de la tiroides es medir el metabolismo basal, es decir, la cantidad de oxígeno que requiere el organismo para mantener sus funciones básicas estando en reposo. El metabolismo basal puede llegar a descender 40% por debajo de lo normal cuando la tiroides no funciona, o ascender de 60 al 100% cuando la glándula está produciendo hormonas en exceso. Sin embargo, si la tiroides deja de funcionar, puede no notarse ningún descenso del metabolismo durante algún tiempo, porque esa glándula es capaz de almacenar una cantidad de hormonas suficiente para suplir las necesidades del organismo de 1 a 3 meses.

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