martes, 16 de octubre de 2012

 
 
 
 
 
 

AUTOCONOCIMIENTO

“Conócete a ti mismo”. (Atrio del Templo de Delfos)

Siempre se ha dicho que los demás son el espejo donde nos vemos reflejados. La mayoría de la gente tiene tendencia a verse a través de los ojos de otras personas con la esperanza de que le revelen facetas de sí mismos que son incapaces de ver. Para empezar a conocerse no hay mejor método que observar. Observarse. Pero sólo eso: observar y darse cuenta. No emitir juicios, no saltar a la defensiva y justificarse continuamente, no analizar, ni comparar, ni aún menos buscar motivos para castigarse. Solamente observar. El proceso de auto-conocimiento es un proceso de absoluta sinceridad. Sin este requisito no tiene sentido comenzar. Lo trágico es que la mayoría de la gente se busca en todas partes menos dentro de sí mismos, y por ello fracasan en la búsqueda.

Se trata de Descubrirse, para conocer lo que uno es. En este momento del proceso no se trata de cambiar nada, ni siquiera de corregir ni de añadir nada que venga de fuera. Sólo tener paciencia y observar. No hace falta aplazarlo hasta tener más conocimientos externos, que no son más que la acumulación de información que se coge de los libros o se escucha en las charlas: eso está al alcance de cualquiera, pero no aporta nada en este momento, porque ahora sólo interesa conocer lo que ya hay dentro. Más adelante, veremos cómo se puede resolver. Lo auténticamente importante en este momento es conocer lo que soy y cómo estoy, y hay que poner toda la energía y atención en ello.

¿Qué se necesita? Atención y tiempo. Dedicar muchas horas a observarse, a hacerse preguntas, a sentirse. Poner total atención a todas las cosas que nos pasan, incluso las mínimas, y a las sensaciones que nos dejan. Observar si uno es Uno Mismo en todos los instantes, pero hacerlo en serio, no como si fuera una curiosidad sin más importancia o una distracción. Esta función, sin una fe que la magnifique, no tiene posibilidad de convertirse en algo profundo. Eso sí, a medida que se insiste en la observación se nota una especie de ensanchamiento de la conciencia, y a medida que se sigue en ello con aplicación se ven más de continuo los resultados de esa atención; uno parece desarrollar con gran velocidad una capacidad innata que hasta ahora no utilizaba. (Ver los capítulos Descubrir y Yo-Yoes) Sin hacer nada más que lo anteriormente escrito, se empiezan a sentir transformaciones. Si hay un deseo profundo, te llevará hasta lo profundo; si hay una atención total, habrá un descubrimiento total.

Por ejemplo: te sientes triste. Lo primero que tienes que hacer es llegar al origen de esa tristeza. Búscalo. Pregúntate con honradez de dónde nace. No te conformes con la primera respuesta si no te parece del todo sincera. Averiguas que el motivo es una discusión con tu hermana. Has discutido y habéis acabado de mala manera; quisieras hablar con ella y aclararlo, pedirle disculpas, pero se inmiscuye tu orgullo y te convence de que has actuado del modo adecuado, y que es ella la que tiene que rectificar y venir a pedirte disculpas. La tristeza se va a mantener, o acrecentar, si no lo resuelves. Autoconocimiento es averiguar el origen de ese enfado, pero también lo es saber qué haces en una situación así, y también lo es percibir que te cuesta pedir disculpas, y que algo te impide hacer lo que sabes que quieres hacer. Saber todo eso de ti, porque te lo preguntas, porque tienes interés en comprenderte, es autoconocimiento.

Decía Gurdjieff: “Todo momento es propicio para el auto-conocimiento, pero es más eficaz cuando se realiza en condiciones cotidianas. Las experiencias espirituales sin conciencia del cuerpo son alucinaciones. Quien es consciente del propio cuerpo no enloquece.” Y hay que recordar que, aunque pueda gustar más lo místico, por eso de aparentar ser más profundo y menos cotidiano, la verdad es que el cuerpo físico ayuda o condiciona, y no se debe renegar de su existencia, que es nuestro actual habitáculo. El cuerpo es lo que te lleva a los sitios donde tienes las experiencias.

VISTO DE OTRO MODO

Todo lo que sea honrado vale en el proceso de autoconocimiento.

Todo da pistas si estás atento. En cada tropiezo, en cada frase, en cada libro, en cada música, en cada escalofrío, hay una lección.

De ti, solamente de ti, depende aprehenderla. Estar atento a todo, eso es lo que necesitas. Y, de cada experiencia, sentir las emociones y escuchar los sentimientos. Si no lo haces así, te queda por delante un largo camino de insatisfacción personal, y una vida desaprovechada. (La otra opción es la negación o la huída, y lo malo que tienen las huídas es que, vayas donde vayas, siempre estás tú allí para recordarte lo que no estás haciendo)

ATENCIÓN

Observar es un acto muy simple que permite dejar la mente disponible para vivir en presente lo que está pasando. Observar es observar, no es pensar. Observar es fijarse, darse cuenta. Caer en la cuenta. Mirar y ver. Es muy sencillo en teoría, aunque lo complica un poco la mente, pero se trata, precisamente, de evitar o eliminar el proceso mental. Toda intervención de la mente estorba y descentra. Observar, darse cuenta, ver: nada más que ver. No negar lo evidente, no cambiar de canal, sólo darse cuenta y ello ya sabe dónde tiene que ira para causar el efecto correspondiente. Observar es un acto por el cual uno dirige la atención para ver, no para teorizar, no para comparar, no para opinar o juzgar. Se mira para ver, para ver y comprender. Como primer trabajo, la atención que se presta al observar permite ir descubriendo qué está funcionando, y cómo, y con esa atención no solamente se irán descubriendo los condicionamientos, los hábitos adquiridos, sino que también se irá descubriendo el personaje que se está representando en la vida. Aprender a darse cuenta de lo que está pasando en uno mismo, requiere un interés por descubrir, por ver. Es decir, estar atento e interesado en observar, observar para descubrir lo que pasa. Mirar para ver y comprender, con interés real, con sinceridad.

SOLUCIONES O SUGERENCIAS

Observar no tiene nada que ver con la idea que tenemos de meditar. No requiere un lugar específico, ni iluminación especial, ni inciensos, ni música new age. La observación es algo vivo y muy cotidiano. Se debe realizar a todas horas y en todos los lugares. Hablo de observar cómo ríes, cómo reaccionas en una discusión, qué sientes cuando estás con un amigo, cómo te comportas cuando hablas con tu jefe, qué aprecias cuando estás con tu madre, en qué te conviertes cuando juegas con tus hijos, qué te pasa ante una injusticia… ¿lo entiendes? Es todo y en todo momento. Así es como uno se va conociendo. Uno es la suma de todos los instantes en todas las situaciones. De esta observación surge el darse cuenta de cómo está siendo uno, y a partir de ahí se pueden modificar, si se desean, ciertos aspectos.

No hay que confundir observar con pensar, porque observar es sólo ver, y en el pensamiento hay un componente mental que hace que el acto no se limite a la observación, sino que añade juicios, opiniones, decisiones… No hay que confundir tampoco con meditar en el sentido de dejar la mente en blanco, ni en el de tomar una situación como centro de su atención, ni desarrollar la idea intelectualmente.

POR SI NO LO SABES

¿Nos conocemos realmente?



El auto-conocimiento es un pilar básico a la hora de hablar de las emociones y la inteligencia emocional. La atención continuada a los propios estados internos se podría denominar conciencia de uno mismo. De forma auto-reflexiva, la mente debe observar nuestras experiencias, incluyendo las emociones, como si fuera un vigía de lo que hacemos y sentimos. La conciencia no es un tipo de atención que suela verse influida por las emociones. Incluso en situaciones anormales, y centrando su atención en el interior de cada uno, de forma general, la auto-observación nos permite una toma de contacto en relación a los sentimientos unidos con la pasión o las turbulencias, aunque en determinados casos, lo que hace es producir un distanciamiento con la experiencia, obviando lo acontecido. Por lo tanto, si tomamos conciencia de nuestras emociones, poseemos una habilidad emocional clave sobre la que se pueden apoyar otras habilidades como el autocontrol emocional. Según los psicólogos, existen diversos estilos de personas en cuanto a la forma de tratar sus emociones:

Personas conscientes de sí mismas:

Se trata de individuos que son conscientes de su estado de ánimo, al mismo tiempo de que lo están experimentando, lo que les da la oportunidad de tener una vida emocional muy desarrollada. Viven el presente y son conscientes de ello, lo que les ayuda a ser más autónomos, seguros y en general más positivos que los demás. Frente a situaciones negativas, tienen más facilidad y recursos para salir airosos de ellas. Ante problemas, ven oportunidades.

Personas atrapadas en sus emociones:

De forma general, sus emociones les desbordan y dominan, son presos de su estado de ánimo. Suelen ser muy variables, poco conscientes de sus sentimientos y perdidos en relación con las emociones, con una sensación continua de que no pueden controlar su vida emocional.

Personas que aceptan resignadamente sus emociones:

Son conscientes claramente de lo que sienten y, ante eso, optan por una posición de aceptación y pasividad, evitando cualquier modificación.

El primer tipo parece ser el correcto. En el segundo, uno es inestable y está a merced de algo que no controla, como son sus emociones. Uno es víctima de sí mismo. El tercer tipo tampoco es adecuado, porque no es obligatoria la resignación ni la subordinación ante algo que se puede modificar. No es necesario sufrir innecesariamente por la propia rendición.

Lo habitual es que te sientas identificado con alguno de estos tipos. Te conviene observar cómo eres, y ver después si quieres seguir en el tipo que lo haces habitualmente, o si crees que es algo que depende de ti y que tú le puedes poner remedio. Te sugiero que lo hagas ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario